Las nociones urbanísticas modernas proponen a las ciudades modelos integrales que acoplen las soluciones y posibilidades para suplir lo exigido por sus habitantes. En esta medida, los planes de desarrollo deberían incluir proyecciones desde lo plural, entendiendo un contexto multiforme en el que intervienen factores de todo tipo y de diversas direcciones. Ya no se puede pensar un lugar ideal, un rumbo ideal y único, sino la conjugación de intereses plurales, diferentes el uno del otro. Así pues, en aras de garantizar una vida digna para los ciudadanos, la funcionalidad de las ciudades debe estar sustentada en la aceptación de las manifestaciones diversas, y proveer a éstas de mecanismos para poderse desarrollar con libertad y seguridad. Bajo este contexto se realiza aquí una descripción general de un espacio público de ciudad, en pro de contrastar su devenir con las nociones mencionadas inherentes a la concepción de ciudad actual.
El parque La Erato, o simplemente “Erato”, como se ha ido acortando por sus habitantes, se encuentra ubicado fuera de las zonas de comidas del sexto piso del centro comercial Aves María, en el municipio de Sabaneta, al sur de la ciudad de Medellín. En plano general, se encuentra a dos cuadras hacia el norte del Hospital Venancio Díaz Díaz–ente estatal central de salud del municipio-, a 5 cuadras del parque central, y se puede llegar a él desde cualquier punto de la ciudad a través del servicio Metro Integrado Sabaneta, consistente en recorrido en metro hasta la estación Itagüí y transferencia a un bus alimentador que llega hasta el almacén ÉXITO, lateral al parque, todo por un valor de $2100. Desde sus afueras se puede acceder a él por cuatro vías: la principal, entrando por el centro comercial al sexto piso y atravesándolo hasta encontrar la zona al aire libre. Para hacer un mapa imaginario, estando parados aún en el centro comercial, en el sexto piso, y dando la espalda a la entrada principal, a la derecha se encuentra la zona de comidas, y a la izquierda el parque. Una segunda ruta es una rampa estrecha que lo conecta con el barrio Betania; por otro lado, llega hasta él una loma que comunica con el barrio La Barquereña, zonas residenciales de Aves María y el almacén ÉXITO de Sabaneta. La última vía de acceso es un camino que lo empalma con el parqueadero de Alondra, uno de los edificios residenciales construidos por el grupo MONARCA S.A, empresa privada propietaria del centro comercial y del parque, como parte de él. Este primer plano de la observación entrará a jugar un papel fundamental en el transcurrir de las actividades que allí intervienen, y en su configuración misma. Como se puede evidenciar hasta ahora, éste lugar no es aislado, sino que hace parte de un complejo, un mega proyecto urbanístico que contempla varios puntos focales, y del que vale la pena hacer un contexto, a manera de imagen para un entendimiento más preciso sobre su trascendencia.
El grupo empresarial MONARCA S.A. fue el encargado, en 2007, de llevar a cabo el más ambicioso proyecto arquitectónico y logístico de los últimos años en Sabaneta: Aves María. El plan consistió en la construcción de un centro comercial homónimo de alto nivel ubicado en la calle 75 #43- 202, contenido por el almacén ÉXITO S.A.; un parque lineal –La Erato- y siete torres habitacionales, de las cuáles cuatro lo circundan: la mencionada “Alondra”, “Sinsonte”, “Turpial” y “Gorrión. El adjetivo de parque lineal es lo que entrama el sentido último de esta descripción. Queda claro que este complejo es propiedad privada, sin embargo, el parque fue dado a la comunidad, fue establecido como espacio público en conjunto con la Alcaldía de Sabaneta, para cumplir con la función urbanística moderna, en concordancia con la propuesta de Jordi Borja en el capítulo correspondiente al espacio público de su libro La ciudad conquistada, de apelar a la multiplicidad, proveer mecanismos de participación para todas las comunidades y establecer vínculos plurales. A pesar de que en principio es el estado el principal encargado de suministrar estas vías, en casos como estos, la empresa privada asume el compromiso de aportar al desarrollo de metrópoli ideal, para completar un requerimiento de establecer equilibro entre público y privado. Tanto así, que se presta igual atención al parque como al centro comercial por parte de la administración, y por cuenta de ésta corre el mantenimiento, seguridad, iluminación y atención del lugar.
Por ser un lugar tan nuevo, no existen muchas referencias bibliográficas ni archivos periodísticos que le hagan mención. Sin embargo, la web contiene diversidad de artículos que lo referencian. Hay que anotar una observación de la estructura física y estética del parque en particular: La Erato consta de una media torta a manera de teatro al aire libre con capacidad amplia de personas y construcción en baldosín marcado con el logo del complejo en el centro, apropiado por la comunidad para llevar a cabo el evento semanal denominado “Culturato”, en el que se ahondará más adelante; un pasaje adornado con palmeras, cuatro mesas de ajedrez, cuatro esferas de concreto y un espacio como evocando una piscina con piedras pequeñas y columnas de diferentes tamaños a manera de agregado estético y de posibilidad de reunión de grupos de personas en rededor. La parte de arriba, el límite con una de las salidas y lo más alejado del centro comercial, está provista de dispositivos para el asiento de los visitantes. Todo el parque está atravesado por una profusa cantidad de obras artísticas. En principio, un monumento con el logo del grupo MONARCA S.A. (Una mariposa monarca en concreto), bajo ésta, como en una especie de fuente, las esculturas de cuatro niños en derredor; a la derecha, antes de los establecimientos comerciales gastronómicos, un mural al fresco del artista Ramón Vásquez titulado “Saguamachica”, (que da al frente de la mencionada piscina de piedras); y en línea, como monumentalidad principal, una serie de cinco bronces a la cera del escultor antioqueño Jorge Vélez Correa, dividida en dos grupos: “Ave Martua”, “Ave Eros”, “Ave Viento”, “Ave Fénix”, que definen el concepto del compendio de estructuras de Aves María, relacionado con los pájaros, y como obra central, la escultura que dio nombre al parque: La Erato, en honor a la “amable musa de la poesía” en la mitología griega. A la derecha del pedestal que la contiene, reposan un conjunto de placas en honor a figuras de la literatura colombiana: Juan Manuel Roca (1995), Gustavo Álvarez Gardeazábal (1997), María Mercedes Carranza (1999), Juan José Hoyos (2001), William Ospina (2003), Mario Rivero (2005), Germán Castro Caycedo (2007) y Maruja Vieira White (2009), ganadores en orden de fechas del premio ERATO, entregado cada dos años por la Corporación Poesía en la calle en cooperación con el Municipio de Sabaneta, galardón que se trasladó al parque desde su creación, en sincronía con la adquisición de las obras de Vélez Correa, autor también de la estatuilla conmemorativa que se entrega al ganador. Hasta aquí se vislumbra una intención de promulgar el arte y propiciar un ambiente cultural muy dado a las manifestaciones de éste tipo.
Como ya se mencionó, al costado derecho del parque se extiende una fila de establecimientos gastronómicos, que por una parte, brindan a los visitantes del centro comercial y del parque la posibilidad de comer o disfrutar una bebida al aire libre, y por otra, el punto de unión entre ambos entes: centro comercial y parque, que ayuda a menguar la frontera entre público y privado y a propagar un intento de ordenamiento y erradicación de conflictos. La Pariila (restaurante), LP Café Bar, Westernwings (restaurante), So Happy (restaurante- bar) y Buffalos (restaurante en proceso de montaje), son los locales que prestan sus servicios en el lugar.
Para la inauguración de La Erato se realizó un evento patrocinado por el grupo MONARCA S.A., donde se congregó a la comunidad con eventos lúdicos y una exhibición de artes marciales. A medida en que el espacio se terminaba, se fue introduciendo como un nuevo punto de referencia dentro de la comunidad sabaneteña, principalmente por parte de los jóvenes, y de paso, dándole también a los locales comerciales allí situados la popularidad de la que gozan hoy en día. Campañas por parte de los establecimientos como promociones de “3x1” todos los días en cocktails en So Happy, “2x1” en cocktails los fines de semana en LP, entre otras, buscaron proporcionar accesibilidad a todos los grupos sociales. Sin embargo, por la indiscutible naturaleza del centro comercial y los edificios residenciales, pensados para clases socioeconómicas altas, se coló en algún momento dentro de la comunidad el prejuicio de que el parque también correspondía a esa segmentación, cosa que fue superada al paso de los días con la apropiación sistemática de diversos grupos culturales y sociales, de jóvenes en su mayoría. A la luz de hoy, al parque lo habita un número amplio de actores culturales, diferentes el uno del otro, y todas las clases económicas son allí convocadas y recibidas.
Una descripción del movimiento del parque en tanto las horas y los días de la semana, da cuenta de la demanda por parte de la población, de la disponibilidad del lugar y la cantidad de actividades que interfieren en su devenir. De lunes a jueves en horas de la mañana, puede decirse que el lugar está concurrido únicamente por el personal de los locales comerciales, encontrándose estos en preparación de sus servicios para las horas de la tarde, cuando abren sus puertas al público. Es muy escaso ver personas diferentes estacionadas en el sector en esas horas; sólo el paso fortuito de transeúntes que atraviesan el lugar como atajo para llegar a algún lugar de la localidad. En esos mismos días de la semana, pero ya entrada la tarde, al unísono con la apertura de los locales, La Erato empieza a albergar movimientos de personas, en su mayoría parejas en busca de encontrar el atardecer con una bebida o una charla al aire libre. Esto se extiende hasta la noche, aunque el flujo de gente no es muy profuso. Se concentra más población cenando en los restaurantes aledaños, que propiamente en el parque. El viernes la mañana es igualmente tranquila, aunque desde muy temprano se evidencia un transcurso creciente en comparación con los otros días hábiles. Desde que empieza la tarde, el parque Erato toma vida, se aferra a los cimientos de ciudad, y siendo avalado desde el cielo por un clima predeciblemente amigable, enlista sus entrañas y equipamiento para recibir el evento en el que convergen la infinitud, las visiones de todos ángulos y se exacerba la multiplicidad: Culturato, un pequeño festival artístico realizado semanalmente, al que se le debe en mayor medida la consideración del parque como ente que propicia la multiculturalidad, en términos de Jordi Borja, correspondiente a la noción urbanística moderna, sustentada en la superación de la las visiones etnocentristas en aceptación a la existencia de infinitas posibilidades de sentir y ver el mundo. Culturato fue creado el 7 de abril de 2009 por el cuentero Santiago Cano, con la intención de contrarrestar la carencia de espacios impulsores de las actividades lúdicas y artísticas en la región. Sin contar con ningún recurso o apoyo, impulsado por el mero deseo y la compañía de un segundo militante: Juan Gonzalo Castañeda “Chalo”, empezaron una correría infatigable por proveer a la comunidad de un ambiente distractor, en medio de las rutinas y el devenir inerte al que, consideraban, lleva la vida de las ciudades. Así pues, en un principio, obraron por comenzar el proyecto de la manera más modesta, con el acto simple de invitar a sus amigos a presenciar los primeros espectáculos y sin ninguna logística, se apoderaron del escenario de la media torta, y semana tras semana, tras la asistencia creciente de público curioso y atraído por el suceso, con una artillería de cuentos, poesías y anécdotas gritadas a viva voz, los dos precursores de las artes del Erato, en cuestión de poco tiempo, lograron penetrar en las fibras de los habitantes y obtener el aval de los tradicionales asistentes y llamar la atención de nuevas presencias. Tras el éxito del evento, Cano y Castañeda lograron reclutar a su cuartel a nuevos jóvenes interesados en adentrarse en el mundo de los cuentos, las quimeras traídas a los oídos pacientes y la posibilidad de entablar relaciones con el mundo desde estos medios. Así, la familia Culturato creció en sus raíces y fue adoptada por la comunidad. Si bien, antes de su creación, los viernes había concentración de gentes y culturas diversas, fue éste el impulso para la verdadera diversificación. Se introdujo en la costumbre de infinidad de personas el compromiso de cada noche de viernes con las artes y la cultura. Aunque prima la asistencia de jóvenes, la magia aquí trascendió a lo insospechado: Culturato fue la excusa para que viejos, niños, jóvenes, y practicantes de todas nociones y distinciones se apropiaran del parque Erato. El evento trascendió a otros lugares, trasladó el parque y su naciente identidad a lugares alternos, como campamentos, conciertos y eventos artísticos fomentados por la organización Culturato. Santiago Cano, su fundador, debió por situaciones personales abandonar el lugar y el evento, dando paso a evidenciar un fenómeno característico de estas apropiaciones: los imaginarios, las costumbres, los terrenos ganados, así hayan tenido raíces individuales, se convierten en propiedad de la comunidad que los usa. En este caso, el festival quedó en manos del público, en representación de sus cuenteros, pero con el compromiso colectivo de hacerlo funcionar. En palabras del propio Juan Gonzalo, “Culturato no es de nadie en particular, es del público que lo acoge cada ocho días. Se mueve por reciprocidad: nosotros damos a la gente entretenimiento, pero a cambio nos dan la posibilidad de ser escuchados e interactuar con ellos”. Hoy en día el evento ha tomado una fuerza insospechada, aunque por ser autogestionado conserva los cimientos de modestia que lo siempre lo movieron. Cada semana, un pequeño amplificador de guitarra y un micrófono prestados por “Chalo” hacen las veces de dispositivo de sonido para los cuatro cuenteros que actualmente están vinculados. La gente conoce el ritual. 7:30 de la noche, a punto de empezar la primera presentación, y ya habiendo el público arribado tiempo atrás, sucede la efervescencia del encuentro multicultural.
Un viernes de Culturato es un desfile sempiterno de diversidad, de posibilidades inagotables y gentes de todas tendencias. Desde las 5 o 6 de la tarde empiezan a arribar los espectadores, o mejor, habitantes, en busca de vida, de integración con el mundo y desarrollo de sus inclinaciones. En un plano general se puede evidenciar la presencia de grupos culturales fuertemente marcados, y otros más bien irreconocibles o más casuales dentro del conjunto. Existe claramente una subdivisión entre grupos de tendencias similares, o bien, entre amigos que se reúnen en torno a un tema específico, sin compartir necesariamente los mismos gustos estéticos. Sin embargo, pese al establecimiento de esas fronteras, hay que anotar que no se presenta resistencia entre grupos, ni se hacen evidentes fenómenos de rechazo o conflicto. Las fronteras son flexibles, poco hostiles. Corresponden más bien a la confluencia de intereses que al desprecio por el otro. El parque Erato impregnó a la comunidad de respeto por la diferencia, de armonía con el tránsito de personajes y costumbres contrarias, en un plano de adopción de las nociones de diversidad. En observaciones realizadas en un lapso de tiempo, se identificó presencia en el parque de grupos de metaleros, punkeros, raperos, artistas, universitarios casuales, familias, jóvenes y niños de colegio, ciudadanos de condición socioeconómica alta, baja y media; habitantes de Sabaneta y de todo el valle de Aburrá. Esto para hacer un plano de la multiplicidad de culturas que allí conviven, en consecuencia con la propuesta de derecho a la identidad colectiva dentro de la ciudad, de Jordi Borja. Llama aquí la atención ver cómo se lleva a cabo este fenómeno, siendo el parque Erato un lugar tan pequeño y con un preestablecido social que podría significar conflicto –su construcción por parte de una empresa privada-, pero en el que con iniciativas como Culturato, el incentivo a las obras artísticas, el esfuerzo mancomunado de alcaldía y empresa por mantenerlo, se logra llegar a una convergencia y entendimiento de las situaciones. Escuchar a sus habitantes devela el concepto de respeto inserto en el lugar. Es normal ver familias completas a cualquier hora. Argumentan que el parque les proporciona diversión, que es un lugar tranquilo y se sienten protegidos por estar circundados por la vigilancia privada del centro comercial. Los jóvenes, protagonistas de tertulias de viernes, aseguran que el parque alberga todo cuanto se piense existente, siempre y cuando no afecte la armonía que han logrado construir entre todos.
Las personas que desde el frente ocupan los restaurantes –sin intención de tener interacción con el parque-, aseguran que no tienen conflicto ni con sus gentes ni con sus actividades. A pesar de que los habitantes del parque puedan estar a unos 3 metros de cercanía de alguno de los restaurantes, por parte y parte se tiene una brecha bien marcada, intocable, a menos de que, sin que sea motivo de conflicto, alguien desee trasladarse allí por algo de comer o beber, o viceversa. Pero de no ser por esa excepción, hay un ambiente de distancia entre parque y locales, en procura del respeto.
Sin embargo, no es éste lugar la excepción en tanto la aparición de fenómenos en contravía con las intenciones prístinas pensadas para la convivencia. En el recorrido se pueden encontrar sucesos que denotan rumbos alternos por parte de actores no alineados con la configuración mencionada atrás. Se habló del esfuerzo por proveer al lugar de monumentalidades que aportaran a la creación de identidades y referentes simbólicos para los habitantes, pero en contraste, se manifiesta la presencia de letreros y símbolos callejeros pintados por desconocidos sobre las esculturas. Los graffitis hacen alusión a mensajes personales, insultos a destinatarios no esclarecidos y grafías o claves correspondientes a jergas de grupos específicos. Aquí hay varias cosas sobre las cuales poner la mira. En principio, cuando hablamos de multiculturalidad, aceptamos el derecho del otro a expresarse, a establecer referentes y representaciones de sus conceptos, si a esto le agregáramos la propuesta del controvertido derecho a la ilegalidad propuesto por Jordi Borja en Los nuevos derechos del ciudadano, el resultado nos daría una razón permisiva hacia sucesos como este. El derecho a la ilegalidad nos sugiere que poseemos la facultad de hacer uso de mecanismos contrarios a la ley, con el fin de legalizar iniciativas que promuevan el desarrollo cultural. La otra cara de la moneda es el argumento de que este fenómeno ataca directamente el mismo derecho a la monumentalidad y a la belleza, y se convierte en agresión para los otros grupos culturales que allí tienen presencia. Aquí se entrama la problemática siempre presente entre libertad y seguridad, o a lo menos, conservación del espacio. Pero estas consideraciones habrán de tener locución en otro espacio. Sólo se anota como observación en consideración a ejemplificar el conflicto al parecer inevitable en espacios públicos al discordar sobre la brecha entre manifestaciones y agresiones.
La zona más alta del parque, que como estaba descrita al principio, es la más alejada del centro comercial y limita con una calle, es el albergue de grupos de personas no tan insertas en la dinámica sociocultural del lugar, sino, más bien, ligados a intereses más individuales y aislados. La subzona es sitio de consumo de drogas, y, naturalmente, por salir un poco de los alcances de la vigilancia del centro comercial, cumple con el requerimiento por parte de sus usuarios para este fin. Llama la atención la presencia de cámaras de seguridad ubicadas en el sitio. Naturalmente, el centro comercial hace un intento por mantener un control de sus zonas, y aunque el parque no sea expresamente de su propiedad, mencionamos ya que su mantenimiento está bajo responsabilidad de MONARCA S.A. Así pues, particularmente la zona mencionada –por ser la más alejada- cuenta con especial atención. Pero lo más llamativo del fenómeno es que las cámaras no parecen alertar a estos personajes que denotamos más huraños, ni siquiera por la consideración del consumo de drogas. Esto, entonces, sigue dando cuenta de la poca presencia de inconvenientes en el sector. Uno de los vigilantes del centro comercial, que además, como parte de su trabajo, en sus rondas debe llegar hasta la parte superior del parque, afirma que el sitio cuenta con madurez, que es muy escaso encontrarse con situaciones de carácter conflictivo, y que lo único que les exige mayor atención es la mencionada fracción superior, pero que, raramente pasa a situaciones delicadas, sino que la tensión superficial es más por la sensación de las personas de estar siendo vigiladas.
En el parque Erato, por estar marcada como en ningún otro lugar la interacción entre lo público y lo privado, convergen infinidad de fenómenos en relación a ello, que pueden dar una claridad de cómo el conflicto entre ambas fuerzas es siempre un choque. Hemos dicho aquí que La Erato es un lugar público construido en principio por una empresa privada, y que por parte de dicha empresa, y en asociación con la Alcaldía de Sabaneta fue dado como espacio público. También se ha mencionado que existe cierta convención implícita entre parque y centro comercial, promulgadora del respeto entre ambos entes, pero entran en juego otras características que tienen trascendencia en el encuentro entre ambos extremos. Si bien, muchos de los habitantes de las torres residenciales convergen también en La Erato, hacen saber los habitantes del parque que existe una resistencia por parte de éstos con respecto a las actividades que allí se realizan. Se advierte que desde una de las cuatro torres que lo circundan, les son lanzados hielos y elementos percutores, como muestra de disgusto por su presencia, que se les puede tornar bullosa e incómoda para el disfrute de su residencia. En la imposibilidad por la situación física, desde el parque no tienen posibilidad de responder a los ataques, menguando esto la posibilidad de conflictos mayores, pero a su vez, generando una situación de desventaja y riesgo para las personas que se aglutinan al aire libre y sin ninguna defensa. Aunque la mayoría de inquilinos de las torres en apariencia toma una postura contraria a estos sucesos y afirma respetar el espacio, hay quienes aseguran que el parque les produce suspicacia, porque temen que se convierta únicamente en referente de consumo de drogas y alcohol, desconociendo su potencial artístico. Desde el parque se quejan por la condición de desprotección con respecto a sus agresores, y para la empresa propietaria resulta incómoda la imposibilidad de convivencia entre ambos organismos.
Se menciona también, por parte de los organizadores de Culturato, la intención de empresas alternas de privatizar el parque, con miras a establecerlo como punto de otro tipo de encuentros y actividades, desde lo económicamente rentable, llevándose consigo el festival, la multiculturalidad ganada, y el espacio en el que convergen la mayoría de jóvenes de la Sabaneta actual. Proyectos como estos ponen en jaque la posibilidad de desarrollo urbanístico, y atacan directamente varios de los derechos postulados como los adecuados para el ciudadano de hoy. De llevarse a cabo este cometido, nos encontraríamos ante la expropiación de una identidad fuertemente establecida, a pesar del poco tiempo de vida del parque y sus actividades. Queda claro cómo hasta en casos como éste, donde parece primar la armonía, no dejan de aparecer impulsos contrarios, correspondientes más a intereses particulares que comunitarios. Sin embargo, por ahora no se conoce nada concreto en este respecto, y el parque continúa su acontecer acostumbrado. Es más la relación público- privado aquí un ejemplo de modelo de convivencia que vale la pena tener en cuenta en proyectos industriales posteriores que busquen establecer un equilibrio entre ambas caras de la moneda, y asimismo, como punto de partida para entes gubernamentales y privados para establecer soluciones urbanísticas correspondientes con la propuesta moderna. El parque como convivencia, como armonía social, en tanto su eje y funcionalidad puede ser tomado como estandarte de la noción vanguardista de ciudad, y para la ciudad, como un punto ideal dentro del cual llevar a cabo cualquier concepción del mundo, y desde cualquier posición, en un ambiente de respeto y protección desde lo privado –por lo menos en tanto las intenciones de directivas- y de retroalimentación desde lo público.
El parque La Erato es un lugar pequeño, modesto, presto incluso a subestimarse, pero en el que converge una representación a escala del mundo entero, o a lo menos, de la posibilidad de desarrollar visiones culturales de cualquier tipo. Allí se presenta el perfecto fenómeno de interacción, en un marco de respeto y aprecio por las posturas contrarias. El choque cultural inevitable sucede de aquí de manera flexible, inocua en perjuicio, sino más bien rica en intercambio y valoración. Desde la raíz de un compromiso impulsado por el gobierno local y la empresa privada, se generó en las gentes la semilla de la cooperación, de la apropiación simbólica del lugar público, su disfrute, el aporte a la consecución de una identidad y trascendencia y la responsabilidad de asumirlo, cuidarlo y respetarlo, al lugar y a sus actores.
Todo esto no es gratis, es el desarrollo de un seguimiento por parte de la triada empresa-gobierno-población, que entendiendo como necesario, más allá de generar el espacio, enfatizar en la inyección de incentivos y prestación de servicios, tomó conciencia del compromiso que significaba la posesión de un lugar de este tipo.
En búsqueda de proveer al lugar del encuentro de culturas y concepciones diversas e infinitas, acotadas por el respeto entre sí, el parque La Erato adoptó todas las nociones y mecanismos propuestos para su consecución. La garantía de derechos que podrían parecer vacuos pero que en últimas son los responsables de llegar a un estado de ciudad actual, como lo son el de la monumentalidad, la belleza, el desarrollo de colectivos y grupos culturales, fue lo que propició el resultado de un lugar, aunque nuevo y en carencia de mucho, orgullosamente multicultural.